Llegar al norte en el 35 no era fácil, Samuel, un joven Judío de 23 años lo supo cuando se entrevisto con el jefe de la multinacional para postularse como viajante de harinas en la región norte del país. Su dificultad para pronunciar correctamente el idioma castellano no fue tampoco un problema en la decisión final del mandamás. Samuel asentía con la cabeza el “SÌ” ante cada pregunta del funcionario con respecto a sus actitudes para el trabajo y las afirmaciones de los riesgos que significaba para su persona trasladarse a esas latitudes. A Samuel nada le importaba, necesitaba el trabajo más que nada en el mundo, la muerte de sus padres lo dejo casi en la ruina absoluta y completamente solo. Las miserias por sobrevivir de su propia gente quedaron al desnudo frente al joven, lo habían abandonado a su suerte, siendo el, apenas un adolescente.
El funcionario remarco una otra vez a los riegos que se exponía, pero nada hacia dudar al joven Samuel.
Finalmente, el funcionario le extendió su mano derecha y estrechó con firmeza la débil mano del joven. ¡Esta contratado señor! Exclamo sonriente el hombre peinado a la brillantina y habano pestífero
La enorme valija marrón de cartón prensado, reforzada con ángulos de hojalata y el portafolio de cuero haciendo juego estaban listos sobre la cama para la partida. Hechó un vistazo a la hoja de ruta sin “clientes”, entregada en la fabril. Busco en el papel/mapa las referencias del camino a seguir y se encontró con que el prolijo papel solo decía, de manera escueta; lo siguiente:
Desde
<Estación central en tren hasta Rosario. Sale 06,15 Hs. 11 horas demora.
<De Rosario hasta estancia “La Emilia” en coche/ taxi. 3 horas demora.
<Pasar noche en la posada de “Las Carretas”
<Pasar Río en Ferry hasta Serafín, va y vuelve a cada hora
<En carro/sulky hasta colonia La Dormida
<esperar tren de cargas en el badén. Llegar hasta “La Morocha”
< San Roque, enviar chasqui o telégrafo con reporte
< De San roque tomar cualquier medio hasta el fuerte La Resistencia y que Dios lo ayude. Hay carretas lerdas y un sulky huellero bastante rápido
Se acomodo el nudo de la corbata, se coloco el sombrero y miro por ultimo vez las paredes del mugroso Hotel de inmigrantes. Se juro no volver jamás.
Pasaron rápido los 10 años para Samuel. Atrás habían quedado los largos viajes, la despiadada pelea con las alimañas, con los mosquitos, con las inundaciones, las pestes, los pantanos y los trenes de carga. Pues, la modernidad y el desarrollo llegaban al País vertiginosamente
El éxito en las transacciones comerciales en la región fue tan impresionante que la Compañía acrecentó sus ganancias de manera considerable y en reconocimiento lo nombraron Gerente de la región NOA.
Los comerciantes lo admiraban, la gente lo amaba. Era el Mejor Vendedor del Mundo.
Samuel se bajo del poderoso FORD MERCURY ‘40 negro. Miro con admiración y orgullo la flota de camiones Chevrolet para reparto, parados al frente de Gran Almacén de Ramos Generales, y se dijo en silencio, con lágrimas en los ojos: ¡vaya padre, lo he logrado ! Cumplí mi promesa que te hice en Israel antes de partir a estas benditas tierras. Vámonos, yo te ayudare a salir de esta maldita pobreza que nos castiga sin piedad. -Le había dicho a su progenitor siendo apenas un niño-
Habia dejado su puesto en la Multinacional, casado, con hijos, se había trasformado en un prospero empresario, dueño de una visión comercial única, con una profunda vocación de servicio. Abarcaba y comerciaba todos los rubros que pudieran existir en el comercio. Compraba y vendía pieles. Adquirió grandes extensiones de campo para labranza. Fundo cooperativas de minifundistas a quienes compraba y vendía sus producciones agropecuarias en su cadena de almacenes. Creo su propio BANCO financiero.
Consideraba la profesión del vendedor como si fuera un Arte. Fue una fuente de Inspiración para generaciones venideras de viajantes
Dicen que un día, casi al final del siglo, vieron a un anciano de blanca barba caminar cansino por un enorme y moderno centro comercial. Vestía una humilde casaca azul de “grafa”. Miraba impasible como subían incesantemente las increíbles escaleras mecánicas cuyos escalones de acero parecían perderse entre las luces de neon. Descubrió que las paredes que fueron de ladrillones de barro cocido se habían trasformados en grandes estructuras de cristal y hierro. Cientos de estanterías, decenas de secciones. Se detuvo en un rincón a contemplar una gigantografía en blanco y negro en donde se mostraba reminiscencias del lugar y destacaba a un caballero de la época rodeado de proletarios sonrientes. Al pies del mural una placa de bronce decía: Homenaje a nuestro fundador.
Una sonrisa tibia se dibujo en su rostro y Sus ojos azules se humedecieron cuando lo invadieron los recuerdos. Fue su última visita.
Descansa Samuel, tu obra estará por generaciones. Tu sueño esta cumplido…